Diez años de gira, miles de funciones, cientos de miles de espectadores: un espectáculo singular arriesgado, original, lleno de ternura, de humor y de incuestionable calidad

Más de mil representaciones avalan la exitosa trayectoria de “Oua Umplute, El Funeral”, un espectáculo de Teatro Che y Moche, que arrasa allá por donde pasa. Creado hace ya varios años, en este espectáculo, Che y Moche se reconvierten en una compañía zingarozana (mezcla de zíngara y zaragozana) de gira por Europa que lleva quince años de luto a costa del abuelo Dimitri, cuyas cenizas transportan en una urna los componentes de esta estrambótica troupe de ciudad en ciudad. En realidad, se trata de unos buscavidas que manejan con gracia una ensaladilla de idiomas y tocan una música que está extraída de los ricos legados tradicionales de Rusia, los Balcanes y los países eslavos. Una música a veces melancólica, pero que las más de las veces es vibrante y vertiginosa… Y, claro, el público entra a saco. En todo caso no es, ni mucho menos, un espectáculo meramente musical. El elemento teatral tiene mucho peso (con dos grandes actores como son Joaquín Murillo y el oscense Kike Lera al frente de la función), y el humor es, por momentos, delirante.

Con esos mimbres, Che y Moche ha enhebrado un espectáculo infalible, con el aplauso unánime del público. Todos los miembros de la compañía son al mismo tiempo actores y músicos, destacando la labor de la impresionante violinista Teresa Polyvka, quien, a la chita callando, entre risa y risa, se marca unas interpretaciones de aúpa, con generosas dosis de virtuosismo y energía. Los momentos musicales más álgidos los marcan “La alondra” (el tema de raíz balcánica que Goran Bregovic titula “Kalashnikov”) y las archifamosas “Czardas de Monti “, que junto a melodías eslavas o arrebatos de balkan metal, componen el material sonoro de la función. En un momento dado, tras un incidente con la urna de las cenizas del abuelo, los miembros de esta peculiar y divertida troupe deciden olvidarse del funeral y pasar directamente a la fiesta. Y lo mejor de todo es que siempre hay gente, de entre la que ve por primera vez este espectáculo, que se sorprende cuando escucha hablar al final a Joaquín Murillo en castellano, porque borda de tal forma su papel que hace creer qué es un zíngaro. Un espectáculo sin fecha de caducidad!!