Nosotros fuimos el principio,
Y ahí seguimos instalados
O soñamos, al menos, que lo estamos…
El tiempo mueve los brazos y la mosca pierde sus alas en mis manos.
Torturaba a los animales y amaba en cambio a los muñecos,
Porque hablaban mi lenguaje y lo decían con mis labios.
Era una sombrilla más en la playa:
Llegábamos por la tarde y nos íbamos justo para el telediario.
Era, aquella, la edad de los niños robados
Y de los caramelos envenenados a la puerta del colegio.
Soplaba el viento en la terraza y las baldosas envejecían.
Cary Grant no jugaba con el móvil en el tren. Las naranjas
Eran grandes e imposibles, ¿quién se las comería?
No tenía vergüenza de mis padres, y eso que eran idéntico a ahora
(Resolvían ecuaciones, hacían el equipaje, tomaban el sol).
Quería cegar las luces artificiales para no arder en la pista de baile,
Pero no se puede sabotear la vida
Y nuestros cuerpos se fueron transformando poco a poco en naranjas
-demasiado grandes para morderlos.
En el principio el mundo era un laberinto donde perderse,
Y el resto del juego fue encontrar una salida:
Tocar la culpa prohibida
Y afrontar la pena,
Seducir a Galatea
Y resignarse a otro principio,
Ignorante de que incluso este poema
En alguna otra parte se habría escrito.
Alberto de Frutos Dávalos
Mención especial de Poesía
II Certamen Literario Universidad Popular de Almansa