No sabía que la primavera duraba un segundo
JOAQUÍN SABINA
Cómo encontrar palabras todavía
de madrugada, como quien saca la basura.
Un animal caído –Humano, demasiado
humano- se gobierna y se somete,
y a veces se rebela en su sectario juego (No sé por qué le teme a la mentira).
Si la literatura es una religión,
la escritura es una enfermedad mental.
Todavía le cuesta comprender
que la flor más hermosa del mundo será siempre
de plástico. Le cuesta comprender todavía (No sé por qué le teme a la verdad).
La ciudad es un campo apagado de grillos.
Pasea sordomudo hacia quien sabe dónde.
Como quien tiene algo que esconder,
pasea por las calles con las manos
dentro de los bolsillo de su desesperanza (No sé por qué le teme a los rumores).
Calcula fotogramas con sus dedos,
aún metidos entre aquellas dudas,
para encajar los versos blancos de una silva;
mientras camina cabizbajo y rápido
exhausto por la voz de su conciencia (No sé por qué le teme a los silencios).
Nietzsche tenía toda la razón
porque Dios sigue muerto. Lo saben las cloacas,
y los perros románticos lo saben,
y lo saben los nadies, también los gatos pardos;
pero no las ventanas encendidas (No sé por qué le teme a la locura).
A veces, casi siempre, sólo queda
encogerse de hombros por lo que uno es,
como si se tuviera que pedir
perdón por no frenar el movimiento
de la noche inflamada de poemas (No sé por qué le teme a la cordura).
La noche sigue siendo joven, pero jamás
la besaremos con los mismos ojos.
Maldita poesía de asfalto y de ladrillo
-se dice una y otra vez-.
Como encontrar palabras todavía (Para ser el poema más hermoso del mundo).
José Mª Remesal Pérez
Segundo Premio de Poesía
III Certamen Literario Universidad Popular de Almansa