LOS ETERNOS SILENCIOS

Te cojo tus manos a diario para que recorras con las yemas de tus dedos mi rostro. Despacio, como si el tiempo estuviese detenido, exploras cada uno de los salientes o entrantes que encuentras a tu paso. Este trayecto tiene varias estaciones y nosotros las vamos a descubrir juntos. Nos detenemos en mi boca. Milímetro a milímetro paseo tu sentido del tacto por mis labios. Sonríes. Te siento.
Acaricias unos labios que se encontraban con los tuyos en eternos besos. De ellos escuchaste palabras sinceras, promesas cumplidas e innumerables declaraciones de amor. Seguimos avanzando en este recorrido por tu memoria para llegar a mi nada diminuta nariz. Transitamos por su superficie tan lentamente que los movimientos son casi inapreciables..
Cariño, mi vida huele a ti. Cualquier pequeño detalle por nimio que sea mi olfato lo detecta y lo transforma para que me sepa a ti. Es un aroma que desprende todo tu ser que me calma y sosiega. Paladar exquisito que acelera mi corazón. Continuamos con el peregrinar hasta llegar a mis ojos. Tu mirada frente a la mía se alarga en el tiempo. No descienden nuestros párpados para que la intensidad del sentimiento que nos une nos lleve por un viaje de sueños soñados.
No podemos rescatar vivencias porque tú ya no tienes pasado y tampoco reconstruiremos otras en un futuro porque tu memoria de pez no las retendrá contigo pero lo que sí tenemos es un presente para mirarnos a los ojos y saber que nos queremos.
Te amo aunque no me recuerdes. Te amo aunque no te recuerdes. Sé que me quieres, aunque no me lo digas, pues tus ojos negros no mienten y me lo dicen cuando me miras. Seguimos el trayecto por las emociones para que yo vuelva a sentir tus dedos enredarse en mi cabello.
Añoro aquellos momentos dulces en los que yo me dormía en tu regazo mientras tu jugueteabas, cual adolescente, con mis mechones rubios. Casi sin querer dejo deslizar tus dedos hasta mis orejas de soplillo. Cuánto echo en falta tus palabras de amor. Cariño, susúrrame despacio y bajito esas oraciones tan bien conjugadas y que a mi conseguían estremecerme. Eran música para mis oídos. Aquel eco melodioso lo llevo grabado a fuego en mi memoria.
Añoro aquellos momentos dulces en los que yo me dormía en tu regazo mientras tu jugueteabas, cual adolescente, con mis mechones rubios. Casi sin querer dejo deslizar tus dedos hasta mis orejas de soplillo. Cuánto echo en falta tus palabras de amor. Cariño, susúrrame despacio y bajito esas oraciones tan bien conjugadas y que a mi conseguían estremecerme. Eran música para mis oídos. Aquel eco melodioso lo llevo grabado a fuego en mi memoria.

Antonio Gutiérrez Tejero

Primer premio de Relato Breve

V Certamen Literario Universidad Popular de Almansa