BUENOS AIRES

  He empezado este curso en el instituto, sólo hemos aprobado dos niñas el examen de ingreso a bachillerato. Me gusta más que el colegio. Las monjas no me caían bien, castigan por cualquier tontería, además me aburría en la clase de labor con la hermana Celina, siempre tenía que deshacer el punto de cruz porque me equivocaba con esos cuadritos tan pequeños. Una vez que le dije algo a mi compañera, me castigó por hablar y me puso un esparadrapo en la boca. Lloré bastante, todas me miraban como si hubiera hecho la peor cosa del mundo.

  Este año tengo un amigo y hablamos de las asignaturas y de los profesores. Le he contado lo del castigo en la clase de costura, él no se ha reído, dice que es peor que te pongan de rodillas con los brazos en cruz en medio del pasillo. Su padre es maestro en la escuela y lo hace, lo sé porque mi primo va a su clase y me lo ha contado, pero a él no se lo he dicho.

  Antes vivía en un molino, me gustaba mucho porque jugaba en la acequia grande. Cogía caracolas mientras escuchaba el ruido del agua moviendo la muela y cuando mamá lavaba la ropa, veía las pompas de jabón flotar y marcharse. Me imaginaba que eran barquitos que llegarían al mar y luego al océano, tal vez a otro continente. Nos cambiamos al pueblo para que yo pudiera ir al colegio.

  Mis abuelos viven en el pueblo y tienen la tienda más grande de ultramarinos del valle, venden de todo. Mi abuelo es muy listo, tiene una estantería llena de libros raros. Siempre lee el periódico, algunos días lo compro yo y me da una peseta de propina. Debe poner cosas muy interesantes, porque cuando se pone a leerlo y mi abuela lo llama para que le ayude en la tienda, él dice que no le moleste que está ocupado, mi abuela aprieta los labios y continúa partiendo el bacalao o pesando un kilo de arroz, y Pepe el calvo que ha venido con su garrafa a por vino, tiene que esperar a que la abuela acabe de atender a Marina la del Barrio mientras se cuentan toda la faena que tienen ese día.

  El abuelo estaba empeñado que mis padres vinieran a vivir al pueblo para que asistiera a clase. Siempre me dice que tengo que estudiar mucho para sacarme el bachiller y luego una carrera. Mi abuela y mi madre dicen que así seré una "señorita bien", no lo entiendo, supongo que se refieren a que yo sea como las hijas de D. Rafael, un vecino que veranea en una casa muy bonita y que tiene un trabajo importante. Lo nombran mucho y dicen que sus hijos tienen carrera. Me he fijado en las hijas cuando cada tarde de verano salen a comprarse un helado, llevan unos vestidos preciosos. Al verlas, sí me apetece ser una señorita.

  El instituto es mejor que el colegio, no castigan tanto, si hablas te hacen escribir cien veces "no hablaré en clase", a mí me parece mejor que lo del esparadrapo en la boca, porque las amigas nos turnamos para escribir las frases. Lo que más me gusta es la geografía, sobre todo fijarme en los continentes del mapamundi, en especial América, porque en el sur está Argentina. Mi abuelo me ha contado cosas del país, se fue a trabajar cuando era muy joven, me impresiona el largo viaje en barco hasta que llegó a Buenos Aires y lo cansado que estaba de ver durante veintitrés días cielo y mar. Me ha explicado cómo vive la gente en esa ciudad, van al teatro y bailan tango. Debe ser estupendo estar allí, aunque ni tan siquiera he visto el mar, pero pronto iré con mis papás a Valencia y me llevarán al puerto. Me hace mucha ilusión.

  Lo peor son los suspensos, sólo me catearon este año una vez matemáticas por culpa de mi compañera Sole que me habló en el examen para que le dijera la división, nos pilló Don Joaquín y me quitaron dos puntos. Me enfadé mucho con ella y desde entonces aún me ha tomado más manía. Es de familia pudiente y no tiene que ir por agua a la fuente como yo, porque lo hace la criada, a veces me cruzo con ella y su tía cuando voy con el cántaro y me miran con una risa burlona. Dos compañeras se han puesto de su parte y al acabar las clases se colocan en el pasillo para decir que Emilio y yo somos novios, me da mucha rabia porque es mi amigo, me gusta otro chico de la clase de tercero, pero es un secreto que sólo le he contado a Elena. La semana pasada ocurrió algo muy grave por culpa de ese grupito de tontas y desde entonces estoy castigada a no salir por las tardes. Mis padres dicen que si no me comporto como una señorita, no iré a Valencia. ¡Qué harta estoy de las señoritingas!

  En el recreo se metieron conmigo. Me decían que era una empollona y otras cosas peores, estaba enfadada y a punto de llorar. Amparo lo vio, debí darle lástima porque se quedó conmigo y pensamos un plan. Si seguían molestándome les daríamos su merecido. Dos días más tarde se presentó la ocasión. Habló con Elena y Luisa y se colocaron al final del pasillo. Cuando las otras empezaron con sus cantinelas de siempre, mis tres amigas se lanzaron como fieras a pegarles y estirarles del pelo, y no tuve más remedio que unirme a la pelea ¡Vaya lío se armó, cómo gritaban!

  Acudió Don Joaquín a separarnos y nos llevó al despacho, después la señorita Elisa, que nos da labores del hogar a las chicas, dijo que éramos unas carrileras, eso es por la gente que vive en el barrio del Carril que son pobres y van sucios, pero no creo que sean malos. Mis amigas y yo éramos de lo peor, las otras pobres chicas indefensas no tenían culpa. Luego fueron a hablar con nuestros padres.

  El domingo al salir de misa me esperaba la madre y la tía solterona de Sole, me dijeron que no debía estar allí, que Dios no me quería porque era mala y que se lo iban a contar al cura. Llegué a casa asustada y me encerré en la habitación, lloré un buen rato y luego decidí que no quería ser una señorita bien. Era mejor ser una chica normal que algún día vería el mar y cruzaría el océano para ir a Argentina. Luego a Buenos Aires y al café Tortoni y vería a Carlos Gardel del que tanto me hablaba el abuelo. Suspiré y me llené de aire de nuevo, aire bueno que algún día sentiría en Buenos Aires.

  Al día siguiente le conté todo a mi amigo Emilio y dijo que vendría conmigo y que aprenderíamos a bailar tango ¡Qué suerte tener un amigo!


Mª Rosa Carpio Valero

Mención Especial de Relato Breve

II Certamen Literario Universidad Popular de Almansa